Todo es señalizable

Publicado en el nº 201 de VISUAL (magazine de diseño, creatividad gráfica y comunicación).

Una viajera (o un viajero) occidental puede llevarse una divertida sorpresa si, viajando por el inmenso subcontinente indio en tren o autobús, encuentra en el interior del vehículo una señal en cuyo universal lenguaje iconográfico se comunica a los viajeros la prohibición de expeler ventosidades. Vaya, quién se esperaría estos escrúpulos en quienes se bañan sin problema en ríos de aguas pútridas, por sagrados que se consideren, puede pensar. Por otra parte, pensará también, no estaría de más que en nuestra cultura se utilizaran señales que obligasen a abstenerse del pedorreo en lugares públicos, más aún si son cerrados. Porque conocemos bien el fenómeno de la insidiosa irrupción, casi siempre muda, de ciertos gases resultantes del proceso digestivo, en especial por culpa del sulfato de hidrógeno y el dióxido de azufre formados en el tracto intestinal y responsables de la fetidez. Liberar esos gases al amparo del anonimato es un proceder altamente reprochable, con mayor motivo si el viaje es largo, el asiento numerado, las ventanillas herméticas, y no hay escapatoria. Tal agresión a la pituitaria del prójimo es la que la sorprendente señal trata de prevenir. (…)

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