Pickpocket

(Robert Bresson, 1959)

EL LARGO Y TORTUOSO CAMINO

La película comienza con un aviso del director:
“Este no es un film policíaco. El autor quiere exprimir, a través de imágenes y sonidos, la pesadilla de un joven empujado por su debilidad a la aventura del hurto, para la cual no estaba hecho. Sólo esta aventura, atravesando caminos desconocidos, reunirá dos almas que, sin ella, probablemente nunca se habrían conocido”.
Por la relación del protagonista con el delito, el argumento se emparenta con el de “Crimen y castigo”, de Dostoievski: Michel, un joven intelectual nihilista, vive entre libros en una mugrienta buhardilla parisina, y no tiene intención de buscar empleo. Piensa que en toda sociedad hay individuos excepcionales, superiores, que no tienen por qué obedecer las normas generales. Incluso se lo discute a un comisario con quien suele coincidir en el bar.
Para comprobar si está por encima de la ley, se inicia en el carterismo, aplicándose a fondo, dispuesto a aprender, a perfeccionarse como un prestidigitador.
Al mismo tiempo, intenta mantener trato de apariencia normal con un amigo honrado, con la joven Jeanne (Marika Green, de belleza angélica) y con el policía.
Michel juega con fuego, apura la comprobación de su inmunidad, su presunta bula de individuo superior.

Con sobriedad imponente, “Pickpocket” trata del libre albedrío: la responsabilidad moral sobre los actos individuales, ante la sociedad y ante la propia conciencia.
El credo jansenista de su director influye en una óptica cinematográfica orientada a lo preciso y exacto antes que a lo bello. Nada de efusiones ni lirismos. Tampoco psicología ni símbolos. Ni teatralidad: para atajar cualquier sofisticación, Bresson trabajaba con actores no profesionales; amigos suyos o gente escogida por la calle.
Un montaje implacablemente dirigido a la máxima simplificación encaja con rigor cada pieza en su sitio, al milímetro. Algunas secuencias funcionan como un ballet, cronometrando cada movimiento, hasta los de manos y dedos, como ocurre en las descripciones-reportaje de las operaciones coordinadas de los carteristas.
La escenificación, austera hasta el límite, vuelve casi abstracto el relato, que en verdad no puede resultar más ajeno a lo policíaco o lo realista, aunque no por ello deja de ir ganando tensión en su desarrollo.
En el mundo de Bresson los lacónicos personajes se mueven hieráticamente, como si más que caminar se deslizaran. A menudo, sin terminar sus breves conversaciones callan y echan a andar hacia el fondo, muy derechos. Durante esos silencios la película se carga de enigma.
Es un mundo de severa y desnuda poesía, derivada del enfoque trascendente del autor.

Una propuesta, pues, muy seria (a veces rígida por lo demasiado seria), sin concesiones. Pero si el espectador se mantiene atento a la ‘aventura’ narrada, puede vivir una intensa y profunda experiencia, de un orden más espiritual que estético.

Archilupo

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