La consolidación, a lo largo del siglo XX, del cómic como un arte capaz de formular y transmitir contenidos de la máxima profundidad, igual que el resto de las artes, ha llevado a muchos estudiosos a rastrear los orígenes del nuevo lenguaje, identificando fuentes tan diversas como la escritura jeroglífica egipcia, las pinturas medievales con filacterias, los pliegos de cordel y las aleluyas o aucas, entre muchas otras. Poco se ha reparado, sin embargo, en un claro precedente como el Lubok ruso, un conjunto de estampas populares que se difundió por el área eslava a lo largo de poco más de dos siglos (XVII-XIX), y que hoy podemos conocer gracias a la afición de algunos coleccionistas y al reciente descubrimiento de un archivo eclesiástico perfectamente conservado (…)
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