Juventud, desenfado

Juventud Microrrelato

Recostado en la azotea, contemplaba la luna con la cabeza vacía. En la brisa llegaban de abajo ráfagas de música. Stan Getz o Gerry Mulligan, dudó, sólo un momento, porque le era indiferente. Orientó el oído hacia el mar. A través de los eucaliptos oyó cómo las olas se deshacían con orden y suavidad. Mientras, mantenía la vista en la luna, aún cerca del horizonte, aún no afinada ni plateada su esfera. Alguna nube diminuta la atravesaba despacio, tiñéndose con el halo durante largo rato. Voluptuosa, suspendida, curvilínea como en las estampas chinas.

El calor se había vuelto soportable al caer la noche. Él prefería mantener la cabeza vacía, no pensar en la chica que había llegado en moto por la tarde. Hablaron de vaguedades, pero mirándose. Luego, muy dispuesta, se había apuntado a la excursión de los genoveses a la playa, para un baño nocturno. Justo el día en que le tocaba permanecer en el local, en cuya azotea hacía un alto y contemplaba la navegación de la luna y su flotilla de nubes, sin pensar en asuntos personales, como lo contemplaría un chino cinco mil años atrás, o cualquier hombre de cualquier época.

Abstraído, tardó en advertir los pasos de quien subía a la azotea. Al volverse vio emerger la cabeza de cabellos mojados, descubrirse una sonrisa blanca. Resulta que los genoveses eran bastante pesados y tras el baño cundía el aburrimiento. Me traje esto, dijo. Se refería a una botella. Durante la noche añadió más con su hablar expresivo e incesante hasta, con la primera claridad, bajo la ducha, callar y recibir el primer beso.

Luis Pérez Ortiz

(Publicado en Velas al viento, 2010)

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