La infancia de Iván

(Andrei Tarkosvsky, 1962)

LA AMPUTACIÓN DEL ALMA
1) Iván fue niño en un bosque soleado por donde se movía en volandas al encuentro de su madre, quien le ofrecía agua reciente del pozo. Él bebía como un animalillo, metiendo la cara en el caldero y alzándola para advertir el canto del cuco y sonreír maravillado.

Pero esa infancia apenas duró. Le fue amputada.

A los doce años, un chaval quiere jugar. Todo lo intuye, razona poco; menos aún si la guerra se ha llevado a su familia, y ha sumergido la vida en vengativos desafíos bélicos. Imbuido de espíritu partisano, Iván busca aportar el mayor daño, como explorador y mensajero, en misiones inhumanas que asustan a soldados curtidos. Es capaz de nadar durante la noche kilómetros en aguas heladas para espiar posiciones enemigas. Con intimidatoria terquedad, se convierte en el fruto monstruoso de la lógica militar, que asume furioso, entregado con ciego heroísmo a la aniquilación de quienes le mataron madre y hermana, presencias de su niñez alegre. La primera línea del frente es su elemento. Vivir en la retaguardia le resulta inconcebible.

Cuando el agotamiento le cierra los ojos, sueña con el mundo luminoso donde junto a su hermana corre hasta la madre, entre brillos de agua, en una inmensa orilla que es la extensión de la vida dichosa.

La vida feliz, amputada del alma por las bombas y las balas.

2) En su primer largometraje, el joven Tarkovsky volcó ideas acumuladas en el periodo de formación. Durante el rodaje se fue encontrando con las constantes de su obra, entre ellas lo después teorizado como “ligazón orgánica de idea y forma”.

El mundo de Iván es representado integrando lo real con sueños y recuerdos mediante transiciones totalmente fluidas, con deslumbrante virtuosismo en secuencias como la del fondo del pozo al que se asoman Iván y su madre.
Idéntica fluidez resuelve los cambios de ritmo entre, por una parte, la velocidad trepidante de los pasajes de tono más épico, repletos de tensión, y por otra la lentitud lírica de las secuencias profundamente poéticas, que ahondan en el sufrimiento, anhelos y soledad de los personajes.

El viejo que, enloquecido por la pérdida de la familia, cierra con llave la puerta de su isba sin paredes; el cortejo erótico en el tupido bosque de abedules, con el impresionante beso a la oficial suspendida en el aire; el sueño puro del carro de manzanas y los caballos, las bengalas que surcan el cielo nocturno sobre la zona pantanosa…, son algunas de las memorables escenas fotografiadas con gran arte por Vadim Yusov.

3) La aparición del actor infantil Nikolai Burlyayev decidió a Tarkovsky a encargarse de una película abandonada y con medio presupuesto ya gastado. Previó el extraordinario rendimiento que daría un chavalín que tuvo que enflaquecer, trabajar en condiciones inclementes y permanecer en las gélidas aguas del Dnieper en las noches de octubre para dar al personaje un carácter inolvidable, con una energía específica, capaz de transmitir entero el dolor inmenso y absurdo de toda guerra.

spoiler:

Dureza estremecedora tienen las imágenes documentales de la toma del Reichstag, incluyendo cadáveres de familias de dirigentes nazis y calabozos donde se torturaba y ejecutaba a los prisioneros. Entre los expedientes hallados, el de Iván certifica su captura, suplicio y asesinato. En la foto de la ficha, la mirada no refleja temor alguno: al contrario, la desafiante y terrible ferocidad de quien ha interiorizado encarnizadamente la violencia.

En medio de la controversia suscitada en el titubeante deshielo postestalinista, la película tuvo un importante valedor en Jean Paul Sartre, quien publicó en “Unitá”, el 9 de octubre de 1963, una enérgica carta de defensa titulada “Discusión a propósito de la crítica a La infancia de Iván”, en cuyo largo texto destacaba el valor del filme como alegato por la liberación del hombre y contra la guerra.

Archilupo

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