Crumb

(Terry Zwigoff, 1994)

GENIO A LA FUERZA

1) De no haberse enrocado en su talento, Robert Crumb, pope de la Contracultura, habría sucumbido como sus hermanos ante los demonios familiares.

Sentado en un banco hace ávidos apuntes de tipos que pasan, como un antropólogo. Se deprime si no dibuja. Empezó de niño a llenar cuadernos con sus personajes, y hasta hoy. Es de los que dibujan en el ticket del bus y en el mantel. Cuando comprendió que su lugar en el mundo eran los tebeos, se libró al fin de la presión de ser “normal”. En la familia de su mujer lo tomaron por retrasado porque no decía palabra, refugiado en su cuaderno, casi catatónico.

Llenar bloc tras bloc, un escudo contra las ofensas de la vida.

En plena eclosión psicodélica creó entero “Zap comix”, el fanzine más influyente. En sus páginas crecieron el gato Fritz, Mr. Natural o Whiteman, a cual más corrosivo (el vocablo ‘comix’ nació para distinguir entre los cómics clásicos y estas revistas experimentales que proliferaban por el país, en circuito aparte).
Intentó hacerse hippie por el amor libre, ironiza, pero no logró adaptarse al rollo. Un carácter muy peculiar: en sus historietas ha recreado su precocidad sexual, la fijación con Bugs Bunny a los 4 años, con las botas de su tía, o con la televisiva Sheena más adelante. Potenciada su creatividad por el LSD, recicló a fondo la estética de los ‘cartoons’ de los 40s.

Su trabajo actual, muy valorado en los círculos artísticos, figura en las antologías junto al de creadores jóvenes.

2) Con su hermano Charles creó de niño tebeos que vendían en el colegio. En el presente del film, Charles vive con la madre, sin salir de casa, releyendo los mismos libros, medicado, incapaz de relacionarse [un año después se suicidó]. El otro hermano, Maxon, obsesionado en California con la meditación, pinta pequeños cuadros. Tiene ficha por incidentes sexuales.
La madre era adicta a las anfetaminas; el padre, colérico veterano de guerra, se sacaba a menudo el cinturón.

Gracias a la amistad entre Zygoff y Crumb, basada en la común pasión por el blues de los discos de 78 rpm, la película entra sin preámbulo en el patio familiar, que es también el oscuro revés de la sonriente fachada de USA en los 50s.

Junto al lado sociológico (el espectador español evocará “El desencanto”) hay otro psicológico. Muestra cómo alguien amenazado por el desequilibrio se salva al aferrarse a un lenguaje y elaborar sin reservas conflictos íntimos que, de otro modo, le habrían aniquilado.

3) En la calle Crumb ve hoy agresión, ira, música ruidosa, hombres-anuncio en un paisaje industrial repleto de hormigón, postes y cables.

Al término de la película prepara el traslado al sur de Francia, donde alejarse de la fama.

4) La forma del film es sólo funcional. La cámara se mueve lo suyo, llegando a caerse del hombro: se conservan las imágenes giratorias, camino del suelo.
Tras años de acumular material, Zygoff pudo terminar “Crumb” al entrar Lynch en la producción y dar el empujón que faltaba.

Archilupo

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